El
pueblo Mby’a Guaraní habitaba desde tiempos ancestrales la paradisiaca Isla
Yacyretá, en el río Paraná –la misma isla a la que el dictador Alfredo Stroessner
acostumbraba ir a pescar-, hasta que se proyectó construir una represa hidroeléctrica
en los años 70 y los antiguos habitantes fueron desalojados, empujados a deambular en busca de un nuevo lugar. El poeta Mbya Guaraní, docente y escritor
Brígido Bogado, estudiante de periodismo, miembro de la comunidad Pindó de San
Cosme y Damián, formada por los expulsados de la isla, relata esta historia
poco conocida, con su estilo genuino, comprometido y mágico.
Por
Brígido Bogado
En la década de los ’70, los gobiernos
de Paraguay y de la Argentina, empezaron las tratativas para la construcción de
una represa, con el fin de generar electricidad y “traer el progreso” a ambos
países.
Con el tiempo se fue avanzando en
los pormenores de la represa, una obra de tal magnitud requería de mucha
inversión, pero el beneficio sería cuantioso solo para los hombres fuertes del
momento y sus allegados. ¿Y del pueblo qué? ¿Del Mbya de la Isla Yacyreta, qué…?
“¡Solo son indios!”
El pueblo indígena, en ese tiempo,
no era sujeto de derecho.
El presidente Carlos Antonio López
(1792-1862) había derogado la Ley por la que se otorgaba el reconocimiento del
indígena y sus derechos y obligaciones, que había sido otorgado tras la
Independencia por el Supremo Dictador, doctor José Gaspar Rodríguez de Francia
(1766-1840).
Así desaparecía toda Ley que
protegía a los pueblos indígenas. Recién en 1981 se volvió a reconocer al indígena
con la Ley 904/81 – Estatuto de las Comunidades Indígenas, promulgada por el
general Alfredo Stroessner, no por buena voluntad, ni por el sentido de
humanidad, sino por presión de la comunidad internacional y en especial de los
Estados Unidos, con la amenaza de sacarle apoyo económico, en especial el
programa “Alianza para el progreso”. Esto ocurrió también por haberse hecho
público la matanza de hombres, con secuestro de mujeres y niños, del pueblo nativo
Aché en Canindeyu.
El pueblo Aché no quería abandonar
sus tierras ancestrales y “alguien poderoso” lo quería.
Isla Yacyretá, al atardecer. |
La
expulsión de los Mbya
Cuando comenzaron los trabajos en la
Isla Yacyretá, ubicada en medio del río Paraná, simplemente se les dijo a los
Mbya que habitaban allí, que deberían salir de la isla, ya que el agua iba a
subir y todo iba a quedarse inundado. Ni eran personas autorizadas por el
gobierno, ni por la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), eran simplemente
mandados que debían convencerlos, darles miedo.
Los antiguos moradores recuerdan que
al principio la gente se resistía a salir, pero después empezaron a invadir el
lugar los trabajadores y mucha gente no indígena, con sus grandes maquinarias y
causando muchas explosiones.
Como una forma de protección y de
resistencia, los Mbya no abandonaron el lugar. Querían buscar otros lugares más
alejados dentro de la isla, pero ya no tenían a donde irse.
Estaban rodeados de agua.
Entonces, finalmente salieron y
muchos se asentaron en los alrededores de Ayolas y otros lugares.
En esos nuevos sitios trataron de
seguir manteniendo su sistema de vida.
Después de muchas vidas y
generaciones, de un día para otro, a los Mbyá se les terminó la vida feliz en
la Isla Yacyretá.
Tuvieron que dejar la rica historia
de los Tamoi y de las Jaryi. Dejaron sus cultivos, su
cementerio, la abundancia de los peces y los animales silvestres, que son los
elementos esenciales para el teko porä y
el teko añete.
Los antiguos pobladores recuerdan,
con mucha tristeza haber abandonado el lugar llamado Mba´e pu porä, que es como un pequeño cerro en donde dicen moran
las almas de los ancestros. Son quienes llevaron una vida ejemplar, que cuando
se había ido Ñande Ru Tenondé les
permitió quedarse en esa zona, para la protección de las familias Mbya.
Si se escucha con atención, cuenta
nuestra gente, se puede oir la música ancestral, especialmente en las tardecitas
o a la hora del alba. También cuando hay amenaza de una tormenta, ellos se
manifiestan desde ese lugar.
Deambulando
en busca de un lugar
Luego de la salida forzada de las familias
Mbya de la Isla Yacyretá, deambularon durante cerca de cinco años cerca de
Ayolas, San Ignacio, Santa Rosa, Santiago y otros lugares hacia Coronel Bogado,
por un interés de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP), a través de su Equipo
Nacional de Misiones, que buscaba un acercamiento a las comunidades Indígenas,
llevar algo de esperanza y resolver las cuestiones de tierra, que en ese tiempo
eran muchas.
Este Equipo estaba integrado por sacerdotes,
religiosos, trabajadores sociales y juristas compenetrados y comprometidos por
la causa indígena. Ellos hicieron que fuera posible juntar a las familias
dispersas de la Isla.
Después de mucho trabajo, entre censos,
reuniones, idas y venidas a Asunción, se solicitó al INDI (Instituto Nacional
del Indígena) y otras instituciones el apoyo y la intervención para la
restitución, aunque sea en parte de las tierras perdidas en la Isla Yacyretá,
unas 60.000 Hectáreas.
Después de cinco años, más o menos,
se logró demostrar mediante los trabajos de este equipo que estas familias
habían salido de la Isla Yacyreta, y que tuvieron que abandonar sus teko’a por causa de la construcción de
la represa, que al principio la EBY se negó a reconocer, pero al final tuvieron
que aceptar la situación.
Así se reconoció a unas 28 familias
Mbya para la relocalización. Sus integrantes buscaron lugares ancestrales en
donde ubicarse. Al principio la EBY les ofreció lugares muy lejanos a su
habitat de antaño, pero ellos no aceptaron.
Según la Ley N° 904/81, la cantidad
mínima para una familia indígena, en la Región Oriental, es de 20 hectáreas,
pero la EBY sólo compró 425 hectáreas para las 28 familias, muchos menos de lo
que la Ley establece.
Finalmente, las familias Mbya aceptaron
las tierras ofrecidas, aunque perdieron sus habitat natural, cargado de peces,
animales sivestres, miel, etc. En el nuevo teko’a,
si querían vivir, tenían que meterse en la agricultura para asegurar el consumo
y vender el excedente.
Después de ubicarse las familias Mbya
en la nueva tierra, la EBY les asistió solo por un tiempo de tres años, porque
decían que luego se acabó el programa de ayuda.
Más o menos después de 10 años se
consiguió que se construyeran unas 28 viviendas para las familias y no hace
mucho que la comunidad cuenta con agua potable y con el servicio de energía eléctrica,
que además cada familia debe pagar.
La pregunta es: ¿qué progreso ha
traído la represa de Yacyretá al pueblo Mbya?
¿En qué mejoró el pueblo Mbya su
calidad de vida?
El pueblo Mbya no necesitaba ni aún
hoy el desarrollo y el progreso como lo entienden los blancos.
En la tierra privilegiada de los
Mbya, se ha construido la represa de Yacyreta. Jamás se les ha consulado si
estaban de acuerdo o no, según lo establece la Ley.
¿Para qué…?
Si apenas son personas.
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Brígido Bogado es docente, escritor y poeta indígena guaraní, miembro de la Comunidad Indígena Pindó de San Cosme y Damián. Estudia la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Católica de Itapúa, en Encarnación, hasta donde se traslada desde su comunidad para asistir a clases.
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