El
oficio al que se dedican es tan antiguo como la misma historia de la ciudad,
que muchos las consideran casi parte del paisaje. Hay quienes dicen que cruzar
diariamente la frontera con un bolso o un canasto, para vender algo al otro
lado, o viceversa, es una actividad ilegal, y por eso las persiguen o les ponen
trabas aduaneras, pero ellas consideran que es un trabajo tan digno como
cualquiera, y hasta tienen un monumento que les rinde homenaje. Esta es la
historia de las “paseras” de Encarnación.
Por Dalila Casco
-El día en que se habilite el Puente, se va
terminar la buena vida de ustedes…-, le decía Ña Cayé a Ña Sofía,
y a sus compañeras de paso, mientras les compraba los artículos o mercaderías
que ellas llevaban desde el Paraguay.
Todos
los días, cientos de mujeres cruzan el Puente Internacional San Roque González
de Santa Cruz. Algunas hacen el cruce a diario, otras se toman día de por medio
para dedicarse a sus hogares y a su familia, o para conseguir los productos que
al día siguiente tendrán que hacer cruzar hacia la hermana República Argentina.
Sofía Casco de González, una de las legendarias paseras, acepta contarnos su historia. Ha trabajado en la frontera
hace casi 50 años. “Desde que mi hijo mayor cumplió 1 año de edad, yo empecé a
irme a Posadas”, relata.
Actualmente,
ella tiene 71 años y sigue trabajando en el paso fronterizo, aún con su
avanzada edad. No se arrepiente de haberlo hecho durante tantos años. Es más,
asegura que lo seguirá haciendo hasta que no le queden fuerzas, y entre risas, explica:
“Che aha ndapytaséigui ógape, ha che gusta voi la Posadas”.
Cruzando el río, año tras año.
Ña Sofia, con sus bolsones de pasera, enfrentando la vida. |
La
rutina de Ña Sofìa arranca a las tres de la madrugada. Como de costumbre, ella
prepara su mate y se alista para un nuevo día, con desafíos que ganar y un
puente que cruzar.
Con sus
bolsos todos preparados, antes de que despunte el sol, ella sale presurosa de
su hogar para lograr alcanzar el micro de la Línea 3, que la llevará hasta la
Terminal de Ómnibus de Encarnación, donde tendrá que tomar otro colectivo para
cruzar el Puente Internacional, con la esperanza de que al llegar a la ciudad
argentina pueda encontrar compradores que adquieran todas sus mercaderías.
Los
inicios de Sofía en esta labor fueron cuando ella era todavía muy joven, aunque
ya casada y con un hijo. La idea era ayudar a sostener económicamente la
familia,
“Los
primeros tiempos yo cruzaba sin documento, porque en esa época no hacía luego
falta esas cosas, pero después sí, ya me tuve que hacer, ahora sique ya tengo mi
DNI”, relata.
Sofia empezó
llevando cantidades pequeñas de ajos y cebollas de verdeo, todos productos de
su propia huerta o de su chacra. En esa época todavía no había puente y aún
estaba en funcionamiento la lancha que cruzaba el río Paraná desde el viejo
muelle de Encarnación, en la hoy desaparecida Zona Baja.
“La
mejor época era cuando había lancha, porque no existía el puente y eran muy
escasas las personas que cruzaban, entonces nosotras vendíamos todo lo que
llevábamos. Nosotras somos mujeres trabajadoras, no somos bandidas, no llevamos
nada prohibido”, explica.
El miedo al puente.
En esos
años de cruces en lancha, el mayor temor de las paseras era que se llegue a construir
el puente internacional entre Encarnación y Posadas, porque todos imaginaban que
si el paso fronterizo se hacía más fácil, se iba a perder el interés por los
productos que llevan las paseras.
“Había
un señor en Posadas, al que le llamaban Ña Cayé, que siempre compraba de
nosotras todo lo que llevábamos. Cuando el puente ya se estaba construyendo, una
vez nos dijo: ‘Cuando se habilite el puente adiós mante, va terminar la buena
vida de ustedes’ ¿Ha mba’ere piko?, le preguntamos, y nos dijo que él ya no iba
a comprar de nosotras porque él mismo iba cruzar para hacer sus compras, y así
fue, nunca me olvido de ese señor, tan cierto lo que dijo”, recuerda Sofía.
Al
terminar de construirse y habilitarse el Puente Internacional San Roque
González de Santa Cruz, todo se tornó más difícil para quienes trabajan en el
paso fronterizo, ya que todos los días miles de argentinos cruzan fácilmente a
tierras paraguayas a realizar sus compras, pero aún así existen mujeres como Ña
Sofía, que no han bajado los brazos y que seguirán trabajando en este rubro,
hasta que le den las fuerzas suficientes para alzar sus bolsones y subir a un
colectivo.
Han
soportado días de tormenta, lluvia, sol, frío y calor. Antes cruzando en
lancha, ahora en el colectivo internacional. El rostro mismo de la ciudad ha cambiado
mucho, pero ellas continúan, porque ya son parte de la historia.
Ellas,
las paseras…
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Dalila Casco también está terminando la
carrera de Ciencias de la Comunicación en la UCI, mientras ya se desempeña como activa social media
community manager en el canal MásTV. Parece de contextura pequeña y frágil,
pero no hay quien la detenga cuando se propone algo.