Esta es la historia de una joven madre de
27 años, que sin darse cuenta cayó en la adicción a las drogas. Una mujer a la
que nunca le hizo falta nada, que estaba consolidada en el ámbito personal y
profesional. Alguien que jamás se imaginó pasar por esto. Esta es la historia
de Jeni.
Por Leila Benítez Planás
“Nunca hay que perder la esperanza, por más
grande que sea la muralla”, fueron las palabras de Jeni al culminar
una emotiva conversación acerca de los últimos acontecimientos que le tocó
pasar día tras día.
La
muralla que hoy le toca derribar a Jeni es su adicción a los analgésicos,
específicamente la Meperidina, un poderoso narcótico analgésico, hermano de la
morfina, que actúa como depresor del sistema nervioso central y se utiliza para
aliviar el dolor de intensidad media o alta.
Hacen
dos meses que Jeni reingresó a la “Fazenda da Esperança”, una hacienda de
rehabilitación ubicada en el distrito de Cambyretá, del Departamento de Itapúa.
Ella
reingresó a la fazenda luego de haber estado realizando rehabilitación durante
tres meses, y de haber salido por un mes y medio y recaer en su adicción a la
Meperidina.
Así
como ella hay tres chicas más que están luchando firmemente contra su adicción.
Acceso
a la “Fazenda da Esperança”. Barrio San Francisco, Cambyreta.
|
Cuando una enfermedad te lleva a otra
Toda
persona cuando sufre dolor busca calmarlo con algún analgésico o medicamento
indicado para el mismo. Jeni sufre de fibromialgia, una enfermedad crónica
caracterizada por un dolor muscular crónico de origen desconocido, que además
presenta otros síntomas.
Su
fibromialgia la llevó a consultar en varios sanatorios, visitar el médico día
por medio, saltar de un profesional a otro, a realizarse docenas de análisis,
en búsqueda de una respuesta a su dolor inexplicable.
Sumado
a esto, el estrés del trabajo, que según ella activó su enfermedad; la
depresión, problemas personales y otros factores que se fueron acumulando, y
empeoraron la enfermedad y su padecer.
Esa no
respuesta a su dolor y el diagnóstico tardío de una enfermedad incurable, que
ni siquiera presenta causas conocidas, acarrearon a Jeni a consumir medicamentos
de todo tipo, iniciando con analgésicos leves, livianos y dosis pequeñas, luego
pasar por otras dosis y medicamentos más fuertes, como Fentalino y Morfina. Y
ninguno de estos llegó a ser la solución.
“Me iba día de por medio al hospital,
porque no había remedio que me calme los dolores, hasta que en el hospital
terminaban siempre poniéndome morfina, que era lo único que me calmaba, pero
pasaba el efecto y al día siguiente era la misma historia”,
comentaba Jesi mientras trataba de seguir con su croché.
El
padecimiento de Jeni y su familia llegaron a cansar a todos, y la llevó a
buscar otras soluciones más rápidas y eficientes.
“Yo ya dominaba los remedios y pastillas,
vivía tomando pastillas, ya me auto medicaba, comencé por ahí. Cada vez que me iba
a urgencias los médicos me daban un medicamento distinto y yo ya conocía para
qué servía cada remedio, manejaba mis dosis, prácticamente yo sola no más ya
manejaba mi medicación”.
La “solución” llegó con la Meperidina
“Yo necesitaba una solución, y como nadie
me solucionaba yo empecé a conseguir Meperidina en una farmacia. Primero
llevaba mi receta del centro de salud, que era una recetita con un sello y nada
más, cuando debería de ser una receta cuadruplicada por ser un medicamento muy
controlado y peligroso, hasta te puede dar deficiencia respiratoria y paro
cardíaco, para que tengas una idea de lo fuerte que es, hasta para anestesia lo
utilizan”, contaba Jeni mientras intentaba controlar algunos
temblores de sus manos.
La
adicción de Jeni la llevó a conseguir Meperidina y hacerse “cliente” de la
farmacia, por su compra frecuente. Empezó inyectándose una dosis, cada 8/6hs,
dependiendo del dolor. Y progresivamente, pero con una tremenda rapidez fue
aumentando la dosis.
“Empecé a conseguir la droga por delivery.
Yo llamaba, me preguntaban cuántas ampollas querían, y me llevaban, y yo me
empecé a aplicar. Entonces, a medida que mi cuerpo se fue acostumbrando cada
vez menos efecto me hacía una ampolla, y fui subiendo la dosis”, afirma
Jeni, recordando con un poco de dolor aquellos momentos.
“Por milagro no morí en mi pieza”
Jeni
llegó a salir de su casa en búsqueda de su droga, sin importar la hora, lo hizo
de noche y de madrugada a bordo de su motocicleta, incluso comenta que tiene
cicatrices de heridas que no sabe ni recuerda cómo se las hizo. Cuenta que
llegó a hacer cosas inconscientes que ella no recuerda, pero que su familia le
contó. Cosas que son irrepetibles, como por ejemplo, dejar las jeringas
repartidas en el baño con manchas y rastros de sangre.
Conmocionada
por recordar aquellos momentos de tanta angustia y dolor, Jeni comenta que las
dosis aumentaron muy rápidamente sin que se dé cuenta: “Habían veces que ni veinte minutos pasaban y yo ya quería aplicarme
otra dosis. Después ya empecé a aplicarme dos ampollas en una jeringa. Y así,
hasta que fueron tres y más. Una vez llegué a aplicarme nueve ampollas de una
vez, por milagro no morí en mi pieza”.
La
situación se descontroló para Jeni de un momento a otro, su familia no conocía
por lo que ella estaba pasando. Ellos se
convencían con su argumento de que “eso no más luego” iban a aplicarle en el
hospital y de que era mejor “evitarse la fatiga”.
“Me calmaba tan rápido que era mágico para
mí”
Jeni se
volvió adicta la Meperidina en tan poco tiempo, que ni siquiera se dio cuenta
de ello. Pero su familia ya empezaba a notar ciertas actitudes “raras”. En el punto máximo de su adicción gastó la
mitad de su sueldo para conseguir sus dosis, un equivalente a 3 millones de
guaraníes.
“A la larga me calmaba tan rápido que era
mágico para mí, hasta mi humor cambiaba, ya estaba feliz, hasta podía dormir. Yo tomaba como 8 a 10
remedios por día, me intoxicaban con remedios”,
relataba Jeni como parte de su experiencia de su adicción a esta droga.
En
búsqueda de calmar y controlar su dolor, Jeni dejó de trabajar, e incluso por
causa de su adicción: “Hasta casi le
llevé a la quiebra a mi marido. Como yo sola me aplicaba los inyectables, ya no
encontraba mis venas”.
“Nunca imaginé pasar por esto”.
Nadie
iba a pensar o imaginarse que una ingeniera agrónoma de tan solo 27 años, con
una familia consolidada, una hija de 2 años (en ese entonces), un excelente
trabajo en una empresa multinacional, con puesto como Jefa de Recursos humanos,
y una familia afirmada en la fe católica iba a caer en este tipo de adicción.
De
hecho, ni ella misma pensó pasar por eso.
Jeni
nunca calculó que iba a volverse adicta a un narcótico, y mucho menos a la
Meperidina.
Estuvo
tres meses en rehabilitación en la Fazenda da Esperanca, luego de haber pasado
por “Adicciones”, un centro de rehabilitación ubicado en la capital del país,
lugar del que dice haberse salvado, porque sus actuales compañeras le contaron
que es “una cárcel, los pacientes allí se
duerme con pedazos de vidrios bajo su almohada, para defenderse ante cualquier
circunstancia, todos son locos y cualquier cosa puede pasar”, confirmaba
Jeni.
Admite
que recayó en su adicción al tener un periodo de libertad de un mes y medio,
porque “la sensación que te da el medicamento es como un parche”, hasta que su
familia se dio cuenta de nuevo por su compartimiento y otros síntomas y la
internaron nuevamente en la fazenda, donde ya cumplió con su segundo mes de
rehabilitación y cree y confía que esta vez, culminará su tratamiento.
La
recuperación no fue, ni es fácil. Pero quiere y tiene las intenciones de
recuperarse. Aceptar su adicción, su enfermedad fue el primer paso, y dejarse
ayudar por su familia. Ahora encuentra la fortaleza en Dios, y le dice “sí” a
ÉL todos los días. Su refugio es Dios. Y agradece cada minuto lo que puede
hacer en la fazenda, que no es una clínica, es una familia para ella.
Para
Jeni el amor vence todo, y cree que únicamente hay que amarse y amar a otros.
Esa es la clave.
Un nuevo comienzo.
“Para el
futuro le pido a Dios que me muestre lo que quiere que yo haga, quiero hacer la
voluntad de Dios con mi familia, lo demás sé que viene por añadidura”.
Finaliza
Jeni: “Nunca hay que perder la esperanza,
por más grande que sea la muralla que
tengamos en frente”.
****
Este reportaje formó
parte de la prueba de evaluación final de la asignatura Periodismo de Investigación
II
____________________
Leila Benítez Planás está terminando la carrera de Ciencias de
la Comunicación, pero a la vez ya trabaja como conductora de televisión en el
canal encarnaceno Más TV, donde conduce el programa diario “Como en casa”.
Cuando le queda algo de tiempo entre el trabajo y el estudio, también da rienda
suelta a su otra pasión: la actuación. Participó como actriz del corto de
ficción “Kurusu Serapio”, que se presentó en el Festival Internacional de Cine
Paraguay, en Asunción.