viernes, 26 de agosto de 2016

Así cayó el argentino más buscado, en Encarnación

Chueco es bajado por el ascensor, luego de que le impidieron saltar al vacío. GENTILEZA
(Este fue el primer reportaje realizado en equipo. Se reprodujo en varios medios nacionales y argentinos, entre ellos el diario Última Hora de Asunción, el diario Perfil de Bueno Aires; el sitio Mendoza on Line, de Mendoza; el sitio Misiones on Line, de Posadas, entre otros).
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“¡Dejáme saltar, mi vida ya está acabada…!”, le pidió Jorge Oscar Chueco al guardia Cristian Miranda, quien evitó que se suicide desde la terraza del Le Club Resort Hotel, en Encarnación. Estudiantes de periodismo de Itapúa reconstruyen la novelesca y desesperada huida del abogado argentino, pieza clave en la investigación sobre “la ruta del dinero K”, revelando datos y videos inéditos acerca de cómo acabó atrapado en Paraguay.


Por Leila Benítez Planás, Alexis Amarilla, Dalila Casco y Nancy Tifi.
Equipo Spotlight Karumbe - estudiantes de periodismo de la Universidad Católica de Encarnación, Itapúa. Editor y coordinador docente: Andrés Colmán Gutiérrez.


–¡Cristian..! ¿Podés venir, urgente…? ¡Hay un huésped que está a punto de tirarse desde la terraza…!
El grito del conserje del Le Club Resort Hotel hizo que Cristian Daniel Miranda, guardia de seguridad en la portería del edificio, acuda corriendo desde su lugar de vigilancia en la vereda e ingrese rápidamente al interior del complejo hotelero.
 –¡Está loco…! –exclamó el conserje, mientras señalaba con el dedo a una de las pantallas del circuito cerrado de televisión, donde se podía ver a un hombre descalzo y con el torso desnudo, vestido apenas con unas bermudas de color verde, que intentaba trepar a la alta muralla que rodea la terraza compartida por el hotel y el sector de departamentos privados del mismo edificio.
Sin perder tiempo, Miranda pidió a uno de los funcionarios del hotel que lo acompañe y ambos subieron por el ascensor hasta la terraza.
Eran aproximadamente las 13.10 del pasado martes 19 de abril, un día en que hacía mucho calor, a pesar de ser otoño.
Desde la terraza del Le Club se puede ver el paisaje de la costanera de Encarnación, las aguas del arroyo Mboi Ka’e  y del ancho río Paraná, que rodean al centro de la capital de Itapúa. Un poco más allá, al otro lado del amplio cauce, se divisan las siluetas de los edificios de la vecina Posadas, en la provincia de Misiones, Argentina, unida al Paraguay por el largo puente internacional San Roque González de Santa Cruz.
El guardia Cristian Daniel ubicó en seguida al hombre canoso, de poco pelo, con barba crecida y gafas, que seguía intentando sortear la alta baranda de cemento que separa a la terraza del vacío, con la evidente intención de arrojarse.
“El tipo parecía dopado. Se le olía en el aliento que había ingerido alcohol. Después supimos que también había tomado pastillas. Tenía cortaduras en el cuerpo, en las piernas y en los pies, como si hubiera cruzado un yuyal o un monte de plantas con espinas”, relata el guardia.
Cuando lo alcanzaron, el huésped se dejó agarrar y descender del lugar, sin oponer mucha resistencia.
“Me dijo que solo estaba tomando aire. Le expliqué que en ese sector de la terraza no podía estar, porque ya no era parte del hotel sino del edificio de departamentos, que es propiedad privada. Se dejó conducir hasta su habitación, en el cuarto piso, donde le dejamos encerrado, para que descanse y se tranquilice”, narra Cristian Daniel.
Hasta ese momento, el guardia no conocía la identidad del problemático huésped. Solo un par de horas después se enteraría de que era Jorge Oscar Chueco, el abogado argentino más buscado desde hacía varios días, que había sido visto por última vez el miércoles 13 de abril en Puerto Iguazú, luego de haber llegado desde Buenos Aires, al parecer huyendo de la Justicia de su país, tras haber sido involucrado en el proceso judicial conocido como “la ruta del dinero k”, en donde se vincula a varios empresarios del entorno de la ex presidenta Cristina Kirchner con millonarios presuntos desvíos de fondos, lavado de dinero y otros hechos de corrupción.
 
El auto en que Chueco viajó hasta Posadas y dejó abandonado, para ir a la Triple Frontera. Gentileza.
El segundo intento de suicido en Encarnación

No habían pasado ni quince minutos desde que dejó al huésped en su habitación, cuando Cristian Daniel Miranda volvió a escuchar otro grito desesperado del conserje.
–¡Subí otra vez, rápido…! ¡El tipo ahora salió por la ventana y se está yendo nuevamente hacia la terraza…!
Sin perder tiempo, con la ayuda de otros empleados del hotel, el guardia lo alcanzó cuando ya el huésped trepaba de nuevo la valla para intentar saltar al vacío.
“Esta vez, el hombre ya opuso una fuerte resistencia y le tuvimos que sujetar con energía. Decidimos bajarle por el ascensor del sector privado del edificio, el que usan los dueños de los apartamentos, porque si lo hacíamos por el ascensor del hotel, que es más público y está más lejos, mi temor era que se nos escape, que corra y salte por alguno de los balcones”, explica Cristian Daniel.
Fue entonces cuando el huésped lo encaró al guardia, y le hizo un pedido desesperado:
-¡Por favor, soltáme…! ¡Dame una oportunidad…! ¡Dejáme saltar…! ¡Mi vida ya está acabada…!
Cristian le respondió que no podía hacer eso, pero que lo iba a llevar hasta la calle, donde él sería libre de hacer lo que quisiera.
“Me dijo que él le estaba esperando a una persona, que tenía que venir junto a él para traerle una gran suma de dinero y me insinuó que me daría una parte de ese dinero, si le dejaba en libertad. No le hice caso”, recuerda el guardia.
Al llegar a la recepción del hotel había varios funcionarios esperando, quienes acompañaron el procedimiento de llevar al hombre hasta la vereda.
En el video grabado  por las cámaras del circuito cerrado del sistema de seguridad del hotel, se ve como el abogado Jorge Chueco es rescatado por el guardia y sus compañeros.
Al ingresar al sector del ascensor, Chueco se aprieta la parte izquierda del pecho con una mano, como si le doliera el corazón o le faltara aire.
En varios momentos, el abogado se sostiene contra la pared, como si le costara mantener el equilibrio.
Cuando ingresa al ascensor, el hombre se agacha y se recuesta en las piernas, en cuclillas, y en esa misma posición lo sorprende otra cámara, en la planta baja, cuando se abren las puertas del ascensor.
Como detalle pintoresco, se ve que uno de los guardias que lo conduce lleva en todo momento un plumero en la mano, a modo de arma.
Cuando salen a la calle, todavía en las puertas del hotel, tras una breve discusión con los guardias y empleados, Jorge Chueco se sienta en el piso y se deja caer contra la pared, abatido, como si sintiera que había llegado al final de su fuga desesperada, como si todos los caminos se le hubiesen acabado.
Las imágenes de todo este proceso, grabadas por el sistema de circuito cerrado, hasta ahora habían permanecido inéditas para los medios periodísticos. El equipo de Spotlight Karumbe pudo obtenerlas en forma exclusiva, para incluirlas como documento en este reportaje.
Mientras Jorge Chueco se quedaba allí, tendido en el suelo, en la cálida siesta sureña, vigilado por los empleados del hotel Le Club, el guardia Cristian Daniel acudió a llamar a los agentes de la Policía Nacional que custodian la sucursal del Banco Atlas, ubicada en la misma planta baja del edificio, a quienes explicó lo que estaba ocurriendo.
“Los policías acudieron en seguida, empezaron a averiguar su identidad, descubrieron que era argentino y que no tenía documentos. Entonces comunicaron el caso a la Comisaría Tercera, que está a pocas cuadras del hotel. Así se hicieron las primeras averiguaciones y se pudo confirmar más tarde que era el famoso abogado Jorge Chueco, a quien tanto le estaban buscando”, narra el guardia que le salvó la vida dos veces.

(Pueden ver y oír los detalles en el siguiente video:)



Un largo viaje hacia la desesperación

La declaración del testigo protegido Leonardo Fariña ante el juez federal Sebastián Casanello, el viernes 8 de abril, en Buenos Aires, en la causa judicial que investiga el presunto lavado de dinero de un grupo de empresarios y políticos ligados al gobierno de los Kirchner, fue el elemento que disparó la alarma en el abogado argentino Jorge Oscar Chueco y lo llevó a emprender un laberíntico viaje de huida, buscando “desaparecer” en la zona de la Triple Frontera de Argentina, Brasil y Paraguay.
Hasta entonces, Chueco, de 64 años, se mantenía con un cierto perfil bajo, logrando no aparecer muy involucrado, a pesar de que el fiscal de la causa, Guillermo Marijuan, ya había pedido su declaración testifical en junio del 2015, en la misma causa.
Principal propietario del estudio jurídico Jorge O. Chueco & Asociados, con sede en el piso 11 del edificio sobre la calle Paraguay 1225, en Buenos Aires, el abogado fue apoderado de la empresa Helvetic Services Group, que adquirió la ahora célebre financiera SGI, más conocida como “La rosadita”, ligado al empresario Lázaro Báez, presunto testaferro de los Kirchner.
En su declaración del viernes 8, el testigo Lázaro Fariña involucró directamente a Jorge Chueco como “una pieza clave” en el operativo de lavado, según destaca un informe del diario La Nación de Buenos Aires.
“¡Fariña te mandó al frente! ¡Tenés que desaparecer…!”, le habría avisado ese viernes a Chueco el contador Carlos Antonio González, uno de los hombres del entorno de Lázaro Báez y de Daniel Pérez Gadin –ambos actualmente presos por el caso de lavado de dinero-, Según la presunción del abogado y de sus socios, sería solamente una cuestión de horas o de días para que el juez Casanello ordene la detención de Chueco en la causa de “la ruta del dinero k”. Lo más recomendable, en esa situación, era “salir de escena”.
Carlos Savoia, periodista del diario Clarín, quien siguió de cerca la huella del abogado y llegó hasta Encarnación, destaca que el contador González “le habría aconsejado (a Chueco) que viajara a Misiones y que esperara allí, excepto que las cosas se pusieran difíciles. Entonces, que partiera hacia Brasil”.
Cargando una valija con ropas y un maletín con una buena cantidad de dinero, Chueco partió ese mismo fin de semana con su auto Peugeot 408, placa LBE-813, con rumbo a Posadas, Misiones, donde permaneció hasta el lunes 11.
No hay muchos datos acerca de los sitios en donde se alojó en ese tramo, pero no habría tenido problemas en conseguir alojamiento con su verdadera identidad, ya que hasta entonces aún no era buscado, ni por la Justicia, ni por sus familiares.
Sin embargo, como su evidente pretensión era pasar desapercibido, lo más probable es que haya utilizado un nombre falso.
El portal Adelanto24.com destaca que, en la ciudad de Posadas, Chueco contactó por teléfono con Raúl Castaño, un conocido empresario y político misionero, propietario de la empresa de multimedios Sapem y hombre de confianza del ex gobernador Carlos Rovira, actual presidente de la Cámara de Representantes de Misiones.
Castaño admitió a los investigadores haber hablado con Chueco, pero trató de no aparecer como cómplice de la fuga.
Al parecer, Chueco permaneció en Posadas todo el domingo 10 y el lunes 11, buscando que sus antiguos socios lo protejan y lo ayuden a permanecer oculto, pero no obtuvo mucha cooperación.
Por tanto, el martes 12, a primera hora, el abogado dejó su auto Peugot 408 estacionado en el parking del hipermercado Libertad, en Posadas, y luego abordó un ómnibus hasta Puerto Iguazú, en la zona de la triple frontera con Paraguay y Brasil, a 306 kilómetros de distancia.
El auto sería encontrado por la Fiscalía recién en la noche del viernes 15, aunque la ex esposa de Chueco, Patricia Tendler, ya sabía de su ubicación y enviaría luego a un amigo de la familia, el contador Salvador Miceli, con una copia de la llave, para retirarlo y llevarlo hasta Puerto Iguazú. En el interior del vehículo se encontraron varias ropas del prófugo y dos teléfonos celulares, uno de ellos con un chip activado en Posadas, en los últimos días.
El abogado iba quemando sus naves, a medida en que emprendía su laberíntica huida…
Jorge Chueco saliendo de su hotel en Puerto Iguazú, Argentina, antes de huir hacia Paraguay. GENTILEZA.

La odisea en las Cataratas
Jorge Oscar Chueco llegó a Puerto Iguazú, la localidad turística Argentina próxima a las Cataratas del Yguazú, en el límite con Brasil y Paraguay, el martes 12 de abril, cerca del mediodía.
Aproximadamente a las 13.00 se registró en la hostería Los Helechos, en el centro de la ciudad, sobre la calle Paulino Amarante 76, con un nombre falso.
Según los empleados del hotel, Chueco llegó con una mochila y un maletín. No tenía reserva previa. Pidió una habitación hasta el sábado 16 y pagó en efectivo por los tres días, tras solicitar una rebaja del precio, que finalmente le concedieron.
“Se movía bruscamente y reaccionaba de mala manera si le hacían preguntas. Estaba raro. Apenas llegó, se encerró en su habitación por varias horas. Solo salió para preguntar cómo se llegaba hasta las cataratas”, le dijo un empleado del hotel a un enviado del diario La Nación de Buenos Aires.
Al día siguiente, miércoles 13, Chueco salió rumbo a las Cataratas, pero antes pasó por el hotel Saint George, sobre la avenida Córdoba 148, a una cuadra de Los Helechos, donde alquiló otra habitación y se registró con un nombre falso, tras preguntar si tenían una caja de seguridad. Al parecer, la razón de buscar este segundo alojamiento es que el otro hotel no poseía una caja fuerte, en donde él quería dejar dinero y cartas para su familia.
En ese momento, aparentemente, al sentir que los caminos se le iban cerrando, Chueco ya estaba decidido a quitarse la vida, arrojándose a las aguas de las potentes cascadas del Yguazú.
Por ello, escribió una carta a su ex esposa y a sus seis hijos (tres son de Patricia, y los demás de su anterior pareja), en donde les contaba que tenía una enfermedad terminal, les pedía disculpas y se despedía, anunciando que iba a suicidarse. Les dejó, además, junto a la carta guardada en la caja de seguridad del hotel Saint George,  la suma de 43.750 dólares.
Probablemente fue ese momento cuando Chueco llamó por teléfono a su ex mujer, Patricia Tendler, y le pidió que venga a buscar el auto abandonado en Posadas, como el dinero que les dejaba en la caja de seguridad del hotel Saint George. En seguida, cortó la comunicación.
Alrededor de las 15.40 de ese miércoles 13, una patrulla de guardias de parques nacionales del área de las Cataratas del Yguazú encontró a un hombre con visible estado de alteración en una de las pasarelas que conducen a la mayor cascada el sitio turístico, conocida como la Garganta del Diablo.
Las versiones sobre ese encuentro difieren. Algunas indican que los guardias lo vieron intentando saltar sobre una de las vallas para arrojarse al torrente, en un claro intento suicida, y que tuvieron que socorrerlo para evitar que se mate. Otras señalan que el hombre yacía acostado sobre la pasarela, prácticamente desmayado, y que tuvieron que reanimarlo, notando que tenía un fuerte aliento a alcohol y signos de haber ingerido drogas.
Los guardias avisaron a la Policía, que envió una patrullera para buscarlo. Chueco fue conducido a la Seccional Primera de Iguazú, pero el jefe de la Policía de Misiones, comisario Manuel Céspedes, asegura que en ese momento no verificaron la verdadera identidad del abogado.
“Era un turista común, en una ciudad llena de turistas de todas partes del mundo. No revestía condición de buscado por la justicia, ni nada”, explicó a la emisora Radio República, de Posadas.
Chueco fue sometido a examen por un médico policial, “no registrando lesiones visibles, pero si aliento alcohólico y él manifestó haber consumido pastillas ansiolíticas”, indicó el jefe policial.
Hubo versiones de que Chueco ofreció dinero a los guardias del Parque para que lo dejen saltar a las Cataratas. Otra, que pagó 5.000 dólares a los policías de Iguazú para que lo dejen libre.
El jefe de policía de Misiones dice que la acusación de pago de soborno “en ningún momento surgió de la investigación”.
“Tengo entendido que esa situación se planteó con los guardaparques, para tirarse en la Garganta del Diablo”, agregó.
Lo cierto es que Chueco fue dejado libre por los policías de Puerto Iguazú en la tarde de ese miércoles.
De allí fue hasta el hotel Los Helechos, donde descansó hasta las 19. Luego se dirigió a su otro hotel, el Saint George, donde aparentemente revisó que todo lo que dejaba en la caja de seguridad estuviera en forma, y se retiró cerca de las 22.00. Hay fotos de una cámara de seguridad que lo registran abandonando el establecimiento.
Empleados del hostal Los Helechos aseguran que la noche del miércoles 13 durmió en ese lugar.
Los carteles repartidos por toda la Triple Frontera, cuando Chueco estaba desaparecido. GENTILEZA.
 El cruce por la Triple Frontera hacia Paraguay.

Al día siguiente, temprano, abandonó el sitio y fue visto en un casino, en los alrededores de la Terminal de Puerto Iguazú. Desde allí abordó el ómnibus número 5 de la empresa de transporte internacional Río Uruguay, que realiza viajes hasta la vecina ciudad de Foz de Yguazú, Brasil.
El chofer del ómnibus, Gustavo Edén Rodríguez, recuerda que un hombre con la descripción física de Chueco fue uno de sus pasajeros.
El ómnibus partió ese jueves 14, a las 10.30, desde la Terminal de Ómnibus de Iguazú.
En el puesto aduanero argentino, todos los pasajeros se bajaron, como es habitual, para hacer el trámite ante la oficina de Migraciones. Chueco también se bajó, pero Rodríguez no sabe si se registró en Migraciones. Hay maneras de evadir el control, saliendo de la cola, y luego subiendo de nuevo al ómnibus cuando todos suben. Si hizo el trámite, tendría que haberlo hecho con una identificación falsa, ya que el delegado regional de Migraciones en Iguazú, Jorge Lacour, asegura que no existe ningún registro de salida a nombre de Jorge Oscar Chueco.
El abogado siguió viaje en el cruce por el puente Tancredo Neves, entre Argentina y Brasil. En el lado brasileño no existe la misma exigencia de registrar el ingreso que tienen los argentinos, ya que hay un convenio entre Brasil y Paraguay de no exigir tarjeta de entrada al país hasta un área de 50 kilómetros de la frontera.
El chofer Rodríguez recuerda bien a Chueco. “Vestía una chomba de color verde claro y un pantalón de jean azul. No llevaba bolso ni equipaje y tenía lentes oscuros”, relata. El abogado se bajó al final del recorrido, en la zona fronteriza pero del lado brasileño, cerca del Puente de la Amistad, que une a Foz de Yguazú, Brasil, con Ciudad del Este, Paraguay.
Según reconoció el propio Chueco a los policías en Encarnación, él cruzó la frontera entre Brasil y Paraguay a bordo de una moto. Alquilar un servicio de moto taxi entre Foz y Ciudad del Este cuesta aproximadamente 10 mil guaraníes (7 reales o 2 dólares) y ningún guardia, policía o funcionario de Migraciones, en ambas aduanas, acostumbra fijarse mucho en las identidades de quienes entran y salen de este modo.
Si Jorge Chueco entró al Paraguay ese mismo día, jueves 15, no existen datos conocidos ni registros de lo que hizo en territorio paraguayo hasta la noche del domingo 17, cuando apareció en la ciudad de Encarnación, a 286 kilómetros al sur.
Mientras tanto, tras haber recibido la desesperada llamada telefónica de su ex marido y padre de sus tres hijas, Patricia Tendler llegó desde Buenos Aires hasta Puerto Iguazú, en la mañana del viernes 15 y radicó una denuncia por “desaparición de persona” en la policía local. Varios carteles con la inscripción “Se busca”, con una foto del abogado, fueron distribuidas por toda la región fronteriza. “Jorge, 65 años de edad, 1,80 metros de estatura, 95 kilos. Fue visto por última vez el 14 de abril”, decía el texto de los afiches, que proporcionaban varios números de teléfonos a donde dar aviso.
Las publicaciones periodísticas empezaban a especular sobre la huida y desaparición del abogado, alegando que su testimonio podía ayudar a mandar a la cárcel a la misma ex presidenta Cristina Kirchner.
Ese viernes 15, una comitiva policial y judicial allanó las ex habitaciones de Chueco y en la caja de seguridad del Saint George encontró las cartas que dejó escritas, despidiéndose de su ex mujer y sus hijos, además de la suma de 43.750 dólares.
 “Presiento que está en riesgo su vida. Con todo lo que ha pasado, él está siendo amenazado. Me da la sensación de que se ha alejado de su familia para protegerla. No me entra en la cabeza otra cosa”, declaraba su ex esposa, Patricia.
Hasta entonces, Chueco solo era buscado como “persona desaparecida”. Recién el lunes 18, cuando el abogado ya se encontraba en Encarnación, alojado en el hotel Le Club con nombre falso, el juez argentino Sebastián Casanello dictó una orden nacional e internacional de captura en contra suya.
Acerca de la odisea del prófugo en territorio paraguayo, en la Terminal de Ómnibus de Encarnación corren varias versiones no confirmadas.
Una de ellas es que Chueco viajó desde Ciudad del Este a bordo de un ómnibus de la empresa de transportes Yacyretá, a bordo del cual se quedó dormido y en lugar de bajarse en la capital de Itapúa, siguió viaje hasta la ciudad de Ayolas, a 153 kilómetros, desde donde tuvo que regresar después en otro ómnibus.
Los reporteros de Spotligh Karumbé entrevistaron a los directivos de la empresa Yacyretá, quienes niegan la versión. “No tenemos servicio desde Ciudad del Este. Lo que se dice es que este señor Chueco viajó en un ómnibus de la empresa Nuestra Señora de la Encarnación”, indicaron, aunque con mucho recelo de ser identificados en el reportaje. Los directivos de la empresa NSE, sin embargo, aseguran que sus choferes no recuerdan absolutamente que hayan transportado a un pasajero con esas características.
Lo cierto es que, sea cual sea la manera en que llegó, cerca de las 0.2 de la madrugada del lunes 18 de abril, Jorge Chueco se presentó a la recepción del exclusivo Le Club Resort Hotel, en Encarnación, donde  dijo llamarse Antonio Cubillas y pidió una habitación en el último piso del edificio.

 El exclusivo Le Club Resort Hotel, en Encarnación, donde el abogado prófgo se registró como Antonio Cubillas.
El lugar más alto desde donde saltar

Le Club Resort Hotel es uno de los establecimientos hoteleros más lujosos que se han levantado en Encarnación, desde que la sureña ciudad fronteriza sufrió una gran transformación edilicia con las obras de la represa de Yacyretá y se convirtió en la nueva capital del turismo y del verano paraguayo, a partir de 2012.
Construido con una inversión de 8 millones de dólares por el consorcio paraguayo argentino Ideas del Sur SA, el edificio de 17 pisos contempla un sector de departamentos, con un lujoso hotel que abarca un sector de 7 pisos, además de galerías comerciales y un promocionado restaurant de cocina internacional.
“En este edificio vive el gobernador de Itapúa (Luis Gneiting) y varios conocidos empresarios. El vicepresidente de la República (Juan Afara, ex gobernador de Itapúa) nos visita cada tanto y viene a cenar. Con frecuencia se organizan eventos con la presencia de altas autoridades nacionales y del extranjero, y existe una permanente vigilancia policial. Es decir, si uno tuviera que elegir un lugar en donde esconderse y pasar desapercibido, como aparentemente buscaba este abogado Jorge Chueco, este sería el lugar menos indicado”, destaca el empresario Carlos Madelaire, gerente de Le Club Resort.
Madelaire recibe a los integrantes de Spotlight Karumbe en su despacho del hotel, un poco incómodo ante el tema pero a la vez animado por la gran promoción que obtuvo su establecimiento con la detención del abogado argentino.
“Para nosotros, este señor ha sido un pasajero más, que evidentemente tenía un problema judicial en la Argentina y a quien se le expulsó del país por haber ingresado ilegalmente al Paraguay”, explica, tratando de desdramatizar lo ocurrido.
Sin embargo, no oculta la adrenalina que le produce recordar que ese “pasajero más” llegó al hotel en la madrugada del lunes 18 de abril, cerca de las 02.00 de la madrugada, solo con un bolso muy pequeño y un diario en la mano. Tenía solamente la ropa que vestía y un quepis.
 “Se registró con el nombre de Antonio Cubilla, de nacionalidad uruguaya, pagó en efectivo el precio de la habitación, 360 mil guaraníes por un día y medio. Tenía toda la pinta de ser un paraguayo, de esos que viven en la Argentina y tienen el acento de ese país, que suelen quedarse de paso, antes de seguir viaje hacia Asunción u otros lugares”, relata el gerente.
La fiscala de Encarnación, Liliana Galeano, quien intervino en el caso, agrega un dato más. Al ver el alto edificio desde afuera, Chueco pensó que el hotel abarcaba todo y pidió una habitación en el último piso, que sería el piso 17, pero el conserje le explicó que el hotel solo cubría una parte y le dio la habitación 409, en el cuarto piso. “Aparentemente quería el piso más alto, quizás pensando ya en quitarse la vida”, supone la agente fiscal.
El empresario Madelaire refiere que el conserje del hotel no indagó a fondo sobre la  verdadera identidad del huésped, ya que pagó en efectivo. “Eso lo acostumbramos hacer cuando pagan con tarjeta de crédito, para evitar estafas, pero en este caso bastó con que él diga su nombre, ya que pagó en efectivo y por adelantado”, indica.
Chueco descansó esa noche y a la mañana siguiente, lunes 18, salió temprano a caminar por la costanera y así llegó hasta la Catedral y la desde del Obispado de Encarnación.


Intento de confesarse en la Catedral de Encarnación

Eusebio Salinas, un albañil que realizaba trabajos en la sede del obispado de Encarnación, asegura que se encontró con una persona a la que luego reconoció como el abogado Jorge Chueco frente a la entrada del edificio, a la vuelta de la Catedral, alrededor de las 7.00 de la mañana de ese día lunes 18 de abril.
“Yo estaba por entrar a trabajar, cuando él llegó. ‘¿A qué hora se abre el obispado?’, me preguntó. ‘A las 7.30 se abre’, le dije. ‘Bueno, me voy entonces a la Catedral’, me dijo. Yo entré y estuve trabajando, como a las 8, cuando lo veo venir de nuevo. Ya no le hice caso, pero en la noche del martes, cuando vi por televisión la noticia de su detención, lo reconocí en seguida. Tenía el mismo short de color verde, una remera, un quepis y zapatillas. Llevaba un diario en la mano”, relata.
El albañil asegura que vio al abogado de buen semblante. Por su forma de hablar, no le notó que era extranjero, pensó que era paraguayo. Luego lo vio hablando con una secretaria del obispado.
La presunción es que Chueco estaba buscando a un sacerdote para confesarse, de nuevo resuelto a quitarse la vida.
Los reporteros de Spotlight Karumbe dialogaron con Marcela, funcionaria del obispado, quien en un primer momento había admitido haber atendido a Chueco. Posteriormente, la funcionaria negó la misma versión.
 Jorge Chueco, tras ser detenido por la Policia paraguaya.
Al final del laberinto

El lunes 11 de abril, el abogado Jorge Oscar Chueco había estado en Posadas, Misiones. Al parecer, su pretensión era ya cruzar al otro lado del río Paraná, a la ciudad de Encarnación, pero en esa zona fronteriza el control a través del puente San Roque González es mucho más estricto, principalmente del lado argentino.
Para llegar al último punto de destino de su fuga, que distaba a apenas unos 5 kilómetros del lugar donde abandonó su auto ese lunes, Chueco hizo un periplo de unos 700 kilómetros desde Posadas hasta Puerto Iguazú, luego cruzando Argentina, Brasil y Paraguay por la Triple Frontera, para volver a bajar hasta Encarnación, muy cerca de donde había partido, aunque ya del otro lado del río.
Una de las constantes en esa laberíntica huida fueron sus reiterados intentos de suicidio: una vez en las Cataratas de Yguazú y dos veces en la terraza del Le Club, además de su búsqueda de un confesor en el obispado de Encarnación, como si quisiera predisponerse espiritualmente para ese viaje final.
El otro detalle es que al parecer se le acababa el dinero. Tras haber ido repartiendo billetes en su odisea fronteriza, durante su detención en el hotel encarnaceno ya no se le encontraron billetes consigo. Al guardia Cristian Miranda le dijo que esperaba ansiosamente que un contacto llegue trayéndole más dinero, pero ese contacto nunca apareció. ¿Lo habían dejado solo?
En la siesta del martes 19, cuando el guardia Miranda le salvó de saltar al vacío desde la terraza, Jorge Oscar Chueco se dejó caer abatido en la vereda, sentado en el piso, recostado contra la pared del hotel, esperando que los policías lleguen a buscarlo, en medio de un show mediático que traspasó todas las fronteras.
Sabía que el camino se había acabado.
Ya no había a donde huir…

¿O sí?

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